Señor presidente:
No me dispongo aquí a reproducir los horrores a los que se somete a la población civil a causa de las violaciones generalizadas del derecho internacional humanitario. A este Consejo se le notifica semana tras semana sobre casos de personas civiles mutiladas y asesinadas, detenidas, torturadas, violadas, obligadas a pasar hambre y a desplazarse.
Así y todo, tenemos que preguntarnos: ¿dónde está la valentía política para detener esta matanza?
Hoy estamos no solo ante una crisis de cumplimiento de las leyes de la guerra, sino también ante una crisis de nuestra conciencia colectiva. El precedente que se está sentando en los campos de batalla hoy nos perseguirá durante mucho tiempo.
No hay excusas para adoptar una doble moral. Todos los Estados tienen algo que perder en esto.
La última vez que me dirigí al Consejo, en septiembre del año pasado, los llamé a transformar en acciones el apoyo retórico al DIH. En particular, los insté a llamar a sus aliados cuando estos violaran las leyes de la guerra y exigirles que dejen de hacerlo. Ahora es el momento de levantar el teléfono.
Nadie quiere vivir en un mundo en el cual las leyes de la guerra se apliquen solo a sus enemigos y no a uno mismo y a sus aliados. La población civil sufre menos cuando todas las partes se comprometen a cumplir los principios básicos de humanidad en la guerra.
Desoír estas normas va bajando la vara moral en un derrotero acelerado hacia el caos y la desesperanza de lo irreversible.
Así es como se va "contagiando" el conflicto. Actuar conforme a nociones como la de "victoria total" o de hacer algo "porque podemos" tienen repercusiones que exceden ampliamente las zonas de guerra. La violencia sin límites genera riesgos de seguridad aún más graves que pueden materializarse cuando menos lo esperamos.
Puede que su Estado no esté en guerra hoy. Puede que su familia esté lejos de los frentes de batalla. Pero todo puede cambiar. Puede estallar un nuevo conflicto. Y si ustedes no defienden hoy las leyes de la guerra, están aceptando un mundo donde los conflictos se libren de manera cada vez más brutal y con una falta total de respeto por nuestra humanidad compartida.
Hoy, según el registro del CICR, hay cerca de 130 conflictos armados en todo el mundo, cifra que supera la registrada hace un año y que es seis veces mayor de la que hablábamos hace 25 años.
Muchos de estos conflictos son muy prolongados.
En varias partes del mundo, las fuerzas armadas o los grupos armados no estatales representan la única fuente viable de ingresos. No es una situación que propicie estabilidad, mucho menos un crecimiento económico sostenible.
Y no olvidemos algo muy importante: el mundo actual está más interconectado que nunca. En los conflictos de hoy en día, no hace falta apretar el gatillo para ser cómplices de las consecuencias.
Señor presidente:
Los Convenios de Ginebra nacen de las ruinas y las cenizas de la guerra, del genocidio, del sufrimiento en masa, para grabar en la conciencia pública que las guerras tienen límites. Los horrores cometidos contra la población civil durante la Segunda Guerra Mundial llevaron al mundo a ampliar el derecho internacional humanitario para que proteja a las personas civiles en tiempo de conflicto armado.
Todo ello derivó en la concepción y la adopción del Cuarto Convenio de Ginebra, que otorga protecciones claras e inequívocas a la población civil en tiempo de conflicto armado, protecciones que todos los Estados tienen la obligación de cumplir.
El derecho internacional humanitario prohíbe la tortura, la violencia sexual y la toma de rehenes. Exige que se protejan contra las hostilidades a los hospitales, las viviendas y las escuelas. Exige que todas las personas capturadas y detenidas en conflictos armados reciban un trato humano. Dispone que se debe atender a los heridos y a los enfermos, y que es un derecho de la población civil recibir asistencia humanitaria.
El derecho internacional humanitario, además, presta especial atención a las vulnerabilidades de las personas civiles que viven en territorios ocupados: deben tener acceso a alimentos, agua y asistencia de salud. El DIH prohíbe la transferencia forzosa o la deportación de personas de un territorio ocupado. Dispone que, si las condiciones se vuelven intolerables –por operaciones militares indiscriminadas, privación de alimentos, agua, asistencia de salud o inseguridad– cualquier movimiento que haga una persona civil se considerará involuntario.
Proteger a la población civil implica respetar estas disposiciones. No podemos dar por sentado que estas normas tan esenciales van a sobrevivir por sí solas. Hay que defenderlas. Hay que priorizarlas.
Insto a este Consejo a evitar toda señal permisiva que dé a entender que es posible dejar de lado el DIH, privar a una persona de asistencia vital y pensar que la acción humanitaria basada en principios es sustituible. Estas actitudes sientan un precedente peligroso, sobre todo cuando el conflicto armado es la principal causa de las necesidades que se están pasando por alto en este preciso instante.
Señor presidente:
Este Consejo fue creado para promover la paz y la seguridad internacionales. El ejercicio de su responsabilidad –la de buscar maneras de reducir las tensiones, reconciliarse y construir un mundo más estable y próspero– se volverá mucho más difícil si permitimos que las normas sean atropelladas con tanta impunidad..
La manera en que se libra una guerra influye en cómo termina. El camino hacia la paz comienza en una celda. Comienza con tratar a un prisionero con la misma dignidad que exigiríamos para nosotros mismos. La paz comienza atendiendo a los heridos, reuniendo a familiares separados, garantizando la prestación de asistencia vital y protegiendo a la población y a la infraestructura civil.
Está forjándose una voluntad de unirse para defender las normas universales que salvan la vida de tantas personas. En septiembre del año pasado, seis Estados adoptaron una posición firme al lanzar, junto con el CICR, una iniciativa mundial para impulsar el compromiso político con el DIH. Al día de hoy, son 75 los Estados que se han sumado, e invitamos a todos los demás a formar parte. En los momentos más oscuros es cuando se pone a prueba nuestro compromiso con la protección de las personas civiles, y también cuando es más necesario.
Ahora bien: proteger a la población civil durante la guerra sí es posible.
Muchas gracias.